lunes, 1 de septiembre de 2008

Agradecimiento...


Hola amigos/as:
Es temprano, muy temprano. Tan temprano que ni tan siquiera ha amanecido, pero el despertador ha sonado. Un nuevo día está a punto de nacer, y antes de que el sol se levante de su cama y de una noche mecida entre los brazos de Morfeo, tal vez un bostezo.
Una ducha rápida pues debo ir con calma pero sin prisa al aeropuerto. José, mi ahijado, regresa a Herrera (Sevilla), su estancia de cuarenta y cinco días ayudándome en el Hotel ha finalizado. Seguramente se verá con Belén (si la que indirectamente con su llegada se pincharon las ruedas de mi coche de madrugada y la que en la última cena en Platja d’Aro hizo que el sashimi sea tabú para mí), la cuarentena sexual se pasará con profundo placer. Antes su padre le habrá abrazado con fuerza igual que su madre, le dirán que está más delgado, que si no le he dado de comer bien, pero entre nosotros, unos kilos le sobraban y algunos le sobran. Kilos que se perderán cuando empiece esta año a jugar al noble deporte del Rugby en Sevilla. Suerte.
Como todavía es pronto y el Sol tan siquiera ha sacado la cabeza de entre las sábanas de la Luna, y no soy de encamarme de nuevo, decido ir a ver amanecer desde lo alto del castillo de Montjuich, en un banco que ya estuve una tarde y las vistas son maravillosas sobre la ciudad de Barcelona. Antes hago una paradita para tomar un café en un bar de Can Tunis (donde antes era el hipermercado de la droga en Barcelona), cosa que a esas horas apetece y mucho.
Salgo del bar y me dirijo a mi asiento preferente para acomodarme y simplemente contemplar. Llego, me acomodo en el banco y desde ahí contemplo las luces de la ciudad. Es un momento único, mágico, de silencio y soledad en uno de los mejores y seguramente más tranquilos del día que está empezando.
Antes de que el Sol haga su aparición, mi cerebro fluye en pensamientos de agradecimiento hacia todo y hacia nada. Agradezco entre otras cosas, el premio que la vida me ha dado con mi ahijado, su estancia para mí ha sido y será del todo inolvidable.
En ese momento de extraño y agradecido silencio, uno no se cree que ante sí haya una ciudad que alberga cerca de dos millones de almas, pues exceptuando el ruido de alguna (muy pocas) sirenas, sólo el canto de las tórtolas rompe en algunos instantes el silencio. Eso sí, bendito canto.
Sentado contemplas la ciudad y el silencio permite que puedas escucharte en forma de pensamientos, que al contrario de lo que muchos puedan pensar, fluyen en orden de importancia. Agradeces el hecho de que la vida sólo se puede comprender mirando hacia atrás, pero que sólo se puede vivir mirando hacia delante, dándote cuenta de que nuestro cerebro es el mejor juguete que se ha podido crear, ya que en él se encuentran todos los secretos, incluso el de la felicidad. Momento que aprovecho para decirme y sentirme que soy feliz.
Agradezco el que siempre hay un mañana y que la vida nos da otra oportunidad, con lo que es mejor estar preparado para una oportunidad y no tenerla nunca, que tener esa oportunidad y no estar preparado para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que me queda, me gustaría decirte cuánto te quiero y que nunca te olvidaré.
Ahora se que estoy preparado para esa nueva oportunidad, y lo se porqué así es como la siento. En fin, que es temprano, muy temprano, pero el Sol ha salido de las sábanas de la Luna y Morfeo seguramente necesitará descansar para dentro de un breve tiempo, acunar otros muchos sueños más, lo que le agradezco enormemente.
Un abrazo
TONI

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y yo agradezco lo que escribes, se nota que eres un tierno. Besos y abrazos