jueves, 12 de julio de 2007

Blanquita...



Hola amigos/as:
Corría el año 2001 cuando después de una conversación con mi gran amigo Manelet (sin porros ni alcohol de por medio), decidí dar un paso adelante y adquirir algo que desde muy temprana edad siempre había soñado y que ya me hacía a la idea de que cuando me jubilase la obtendría.
Fue entonces cuando hizo que me diese cuenta de que vida hay una, que si poseía ese dorado metal y que realmente la deseaba, que carajo, disfrútala mientras puedas y todo eso que te habrás llevado.
Os cuento, desde no me acuerdo bien, siempre había deseado ir por la carretera disfrutando del paisaje, del viento en la cara, de los rayos de sol calentando mi piel, de la humedad de la lluvia, de recorridos espectaculares y que aunque muchas de esas sensaciones las viví a lomos de cada uno de los caballos que mi augusto progenitor compraba para mi uso y disfrute, en mi mente deseaba poner entre mis piernas otro tipo de caballos.
Esa noche, dudaba entre deducir hipoteca, adquirir otro caballo (pero esta vez debería de tenerlo en un picadero y como he conocido unos cuántos de ellos, pues sinceramente, cuando se tiene un caballo en tu propia casa – padre permíteme que también la considere mía, pues a fuerza de palos creo que me lo he ganado – eso es realmente maravilloso, levantarte, cepillarlo y salir por las montañas de Montserrat a galopar, sólo aquellos que lo han hecho pueden hacerse una pequeña idea) u olvidarme de la presión familiar por tal dispendio económico sin sentido y decir: es mi vida, es lo único que os debo y es mi sueño, así que voy a hacerlo.
Pasó una semana y me fui al concesionario, solicité un catalogo y dos meses después daba el paso. Una Harley Davidson empezaba a hacerse realidad en mi vida. Primera exigencia: la deseo blanca. Siempre la he deseado blanca, no hay otro color en mi mente. Segunda exigencia: la deseo para mi aniversario, es decir, el 22 de Marzo. Tercera exigencia: no quiero ningún holograma de la marca, la deseo tal cual, limpia, pura y dura.
Pasaban los días, el invierno llegaba a Barcelona, fue un invierno frío recuerdo. Cambiamos de año, estábamos ya en 2002. Los días recuerdo que pasaban lentamente y la fecha se acercaba.
Mientras en sobre aviso iba anunciando que me la compraba, mas que nada para tantear a mi familia de origen. Mi familia, la de verdad (aquella que haces con el paso del tiempo), sabedora del cumplimiento de mi sueño se alegraba, la otra, - prefiero no jorobar el artículo-, callaba (es mejor no transcribir sus palabras de comprensión).
Una tarde le comenté a mi Maestro de Artes Marciales, que había decidido comprarme una Harley Davidson y que de hecho lo había hecho ya. Solo había un problema: yo jamás había llevado moto (aunque tenía el carné) y claro, que de la noche a la mañana 1450 CC y 70 CV pasen a formar parte de tu vida, pues sencillamente, era de locos. Pero que sería de la vida sin este tipo de locuras, pues sería una vida aburrida y no deseo ese tipo de vida para mí. Su respuesta fue clara: mañana vamos a dar un paseo en moto y te enseño (tantas y tantas cosas me ha enseñado mi Maestro).
Llegó el día. No pude dormir aquella noche. A las nueve de la mañana, después de tomar un café, me subí de paquete en la moto de mi Maestro y nos dirigimos a Castelldefels, ahí me esperaba ella: blanca, virgen, deseando conocerme, deseando subirme, deseando empezar a rodar kilómetros, deseando empezar a experimentar sensaciones solo soñadas en momentos duros de mi vida…
Llegamos y ahí estaba. La acaricié, la miré, me presenté, me subí, encendí el contacto y ese sonido me atrapó. Me puse el casco y después de dos vueltas por el parking que había enfrente nos fuimos a poner gasolina y a rodar los primeros metros bajo la atenta mirada de mi Maestro (que iba delante de mí en su moto).
Comimos una estupenda paella, unas pocas vueltas más por el parking del puerto Olímpico de Castelldefels y a Barcelona. La intención era legar a casa, aparcarla y por la noche volver a cogerla para rodar unos pocos metros más, siempre en compañía de mi Maestro. Primera y última sorpresa: al llegar a Barcelona me dice que si siempre tengo en cuenta las consideraciones que me ha dicho, para circular en moto ya no necesito de su compañía, así que acelera su moto y me deja en medio de un atasco.
Desde ese día, en que me encontré ahí solo, acojonado y sin saber que hacer, fue la gran lección, mi sueño debe hacerse y cumplirse, así que:
Empieza temblando pero… EMPIEZA.
Hace cinco años de ese día junto a “Blanquita”, a la que hasta ahora no os había presentado, y he de deciros que después de los muchos lugares llegados, las sensaciones vividas: frío, calor, lluvia, viento… Sensaciones convertidas en emociones y amistad, pues junto a ella conocí a mí querido y apreciado amigo Artorius (con lo que he realizado varios viajes y con el que espero realizar muchos más).
Al margen de todo ello, solo deseaba rendir un homenaje a “Blanquita”, pues cada desplazamiento con ella es simplemente: una gozada.
Gracias Blanquita, gracias por todos los momentos que me has hecho vivir. Gracias, este artículo va por ti y para todos aquellos que alguna vez puedan plantearse si un sueño puede hacerse realidad.
Bueno amigos hasta aquí llego hoy, mañana más, lo que seguramente intentaré hacerlo mejor. Un abrazo

TONI

PD: Solo una cosa, si puede hacerse y el dinero no es un obstáculo (he escrito obstáculo no excusa): haced que vuestro sueño se cumpla.

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