viernes, 5 de febrero de 2010

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Hola amigos/as:
Una semana diferente es la que he vivido. Varias cosas han sucedido y no por el orden de explicarlas se suceden en importancia, aunque si leerlas entre líneas y por líneas. Es decir, para no extenderme más, mejor las expongo:

Hoy viernes, haciendo Karate a primera hora de la mañana he tenido unas percepciones que antes eran habituales en mí, me he atrevido por primera vez a experimentarlas de nuevo, a pesar de que mi pierna, la cual progresa mejor cada día que pasa y su color es de un marrón que asusta, pero que dentro del proceso, podemos considerarlo normal.
Esa percepción ha sido la de realizar movimientos como una expresión física de un sentimiento exento de violencia o truculencia, cosa que hasta hoy me era prácticamente imposible puesto que debía contener esa emoción tan fácil y contraria en el espiritu del Karate, me refiero a la violencia. El resultado ha sido interesante, me ha dejado satisfecho.

El martes, me entero que uno de los que han trabajado conmigo se encuentra durmiendo en la calle. Es un golpe duro saber eso y saber al mismo tiempo que nada puedes hacer. Yo he colaborado en todo lo que he podido (y más), pero no puedo impedir que la mala cabeza, los malos asesoramientos me repercutan y me hagan sentir en cierto modo culpable, pues no me siento así. Me sabe muy mal, pues ver que alguien está durmiendo en la calle y más si ha colaborado contigo, se encuentre en esa situación y a esa edad. ¿Qué puedo hacer? En eso me estoy debatiendo aún, pero sin sentimiento de culpa, puesto que como he comentado anteriormente, he hecho todo lo posible e imposible.

Extraña coincidencia: no es la primera vez que alguien asegura haberme visto en un sitio cuando ni siquiera he estado, pero es que éste miércoles pasado, mi prima Mercedes me llamó indignadísima para manifestarme este hecho. Yo no puedo estar en dos sitios a la vez, más a esas horas y menos estando en casa con la pierna en alto, una bolsa de guisantes congelados en mi tobillo (mejor que hielo picado – un buen remedio casero al alcance de todos – se adaptan al contorno y el efecto terapéutico es el deseado). Y todo eso sin asegurarse ciertamente de si era yo, pero bueno, las cosas una vez aclaradas vuelven a su cauce, primero te tiró la piedra y te acuso, después reflexiono y entonces, me disculpo (bien, bien no se disculpó pero que le vamos a hacer). Ya lo decía Gandhi: "primero te ignoran, luego se rien de tí y por último te atacan..."
El hecho en si no tiene importancia, pero no es la primera vez que me ha pasado. Tampoco es que me suceda muy a menudo el hecho de que alguien se confunda y pueda llegar a asegurar haberme visto y que yo no le haya saludado. No es mi naturaleza, no le debo nada a nadie (o eso creo), por lo que no se en que momento alguien sin saber a ciencia cierta si soy o no soy, pueda asegurar categóricamente que sea yo.
Es más, precisamente esa tarde, que me encontraba en Barcelona y aproveché para forzar la pierna, habiéndome excedido un poco más allá del límite normal, pero quería comprobar como estaba evolucionando mi rehabilitación y de si empezaba a estar a punto o no, y la verdad es que sí, pero aún le faltan unas sesiones más. Poco a poco…

Ayer por la tarde, es decir, jueves, alguien me comentó que había percibido un cambio notable en mí. Quería hacerme llegar que en mis explicaciones notaba un tono más dialogante, más cordial, no tan seco, intentando hacerme entender aquello que quería exponer. Preguntó que a que se debía ese cambio tan repentino, evidentemente mi respuesta fue: de las equivocaciones siempre se debe de aprender, más que de los aciertos, puesto que los aciertos en sí, tienen la importancia justa, lo importante es aprender de las equivocaciones, ya que es la mejor manera de avanzar y evolucionar. El vaso puede estar medio lleno o medio vacío, no depende de mí, o si…

Y a modo de conclusión, mi coche vuelve a estar en el taller desde hace dos días. Desde el accidente, que no le pasó nada, parece ser que hay que cambiar amortiguadores, la verdad es que la maniobra fue un tanto brusca, y si tocaba esperar parece ser que ya no. En fin, estas cosas pasan y lo mejor es tomárselas con buen pie, precisamente ahora que una de mis dos piernas no está en sus mejores momentos, pero tiempo al tiempo, cada vez queda menos. Y a la vista está que hoy ya he saltado sin miedo, tampoco han sido grandes saltos pero si como para asegurar de que ya puedo apoyarme sin riesgo a que me falle y el suelo (el único amigo al que no hay que mirar nunca) sea mi colchón.

En fin amigos/as, hasta aquí llego hoy, simplemente quería contaros esto. Mañana más, lo que no puedo aseguraros es que vaya a hacerlo mejor pero si que haga lo que haga, seguro que lo haré de la mejor manera que sepa y pueda.

Un abrazo
TONI

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre habrá quién afirme sin estar seguro, y eso te preocupa?