martes, 14 de diciembre de 2010

Tradiciones...

Mis queridos/as amigos/as:


Son días de tradiciones, pues de nuevo un año más, la Navidad nos llega de nuevo un 25 de Diciembre, lo quieran o no lo quieran creer los agnósticos (pero bien que lo celebran y toman esos días libres para las celebraciones). Pues desde aquí os digo (y les digo a los agnósticos) que Yo creo porqué tengo FE:
Comer, beber, comprar. Atracones en la mesa y atracos a la tarjeta. De eso se trata, mayormente. Lo de rezar y amar, eso es de otra película.
A dos semanas de los fastos navideños, quién más o quién menos lleva ya unos desayunos, comidas, cenas y copas de Navidad en el cuerpo. Con los compañeros del trabajo. Con los del gimnasio. Con las mamas y papas del colegio (días de preparación de diversos festivales que conmemoran actos de la Biblia, sea mediante canciones, pesebres o representaciones teatrales)…
Vayas por dónde vayas todo rezuma luz, color, paz, armonía y… falsedad en estado puro. Estos días todos hacemos propósitos y enmiendas, algo hace que el corazón se enternezca y por unos instantes deseemos ser benévolos, por aquello de que si Dios existe y ve que estoy haciendo una buena obra, talvez, sólo talvez, permita que la Diosa Fortuna visite mi décimo de lotería y así, podré entre otras cosas, tapar agujeros y seguir gastando. Por aquello de creer que el dinero no hace la felicidad pero ayuda Pero, ¿no decíamos que no creemos en Dios? Y puede saberse porqué diantre debe de visitarte la Diosa Fortuna, si tú no crees en Dios, como vas a creer entonces en su homónima femenina…
Ah, si claro. Si viene acompañada del becerro de oro, entonces adoremos, adoremos. Pero recordad la maldición de aquellos que adoraron al becerro de oro, o del que vendió su alma al diablo por oro, o de aquel que por el metal, olvida y cuando cree que tiene todo el que necesita (que nunca es suficiente), entonces intenta enmendar. Pues bienvenido sea, mejor tarde que nunca.

Al margen de todas estas hipocresías y falsedades propias de las fechas, e impropias en mi sentir diario de la vida, comentaros que después de unos días de reflexión en Liege (Bélgica), la tierra de mis abuelos, y a pesar de la huelga de los controladores, pude visitar y, de nuevo pasear por sus calles nevadas. Pero esta vez con las casetas de la feria de Navidad puestas, ya que tenía la costumbre de ir a pasar el Fin de Año junto a mis abuelos (primero en su casa y después en la residencia), a pesar de los pesares, y jamás las pude degustar como ésta vez.
Comer patatas fritas (que las inventaron los belgas, que se lo quiten de la cabeza los franceses eso de que las inventaron ellos), degustar unas cuántas cervezas (gracias a todos los que me dijeron: “Toni, tómate una a mi salud”, el frío casi ni llegué a sentirlo), nutrirme dando buena cuenta de unas “boulettes a la sauce liegioise avec frittes” (albóndigas de ternera en salsa de vino y pasas), mejillones, pastel de carne, gofres, salchichas varias con cebolla y cocktail mayonnaise acompañadas de más patatas fritas y cerveza… Pero os puedo prometer con mi Palabra de Honor que el chocolate ni probarlo.
Un auténtico y verdadero placer poder acercarme hasta el cementerio y visitar la tumba de mis abuelos, con un paisaje nevado en el que Annie (una amiga de toda la vida de mi augusta madre) ni llegó, pues el camino estaba un tanto complicado y helado. Pero nada ni nadie podría impedirme llegar y rendirles el respeto que se merecen por mi parte: gracias Pepere et Memere por todo lo bueno que me habéis enseñado. GRACIAS…


Una etapa cerrada y otra que sus pasos ya he dado y que, en principio, y de momento, me está, vamos que no quepo de gozo.
Ayer, día 13 de Diciembre (Santa Lucía), como manda la tradición, en mi casa se armó el Belén y durará hasta el día 2 de Febrero (Día de la Candelaria). De fondo sonaba Elvis y sus canciones de Navidad del que compré dos discos iguales en Memphis – Noviembre del año 2000 -, uno para mí y otro para Mi Maestro, con lo que decir que lo recordé sería mentir, pues sigue muy vivo en mi. Pero cierto aire a pasado aireó mi mente y ahora que os estoy escribiendo, echo la vista atrás y recuerdo como estaba entonces (hace un año): abatido, triste, sólo, sin más consuelo que el propio. Mi abuelo hospitalizado a punto de fallecer, el amor de mi vida diciendo adiós y… Incluso sus palabras llegaron a hacerme sentir culpable, pero nada más lejos de eso. Las cosas son como son, y el tiempo, que bonito invento del hombre, hace que las cosas lleguen de a poco. Sólo hay que tener la paciencia suficiente y la comprensión necesaria para que, a pesar de la distancia, lo siga recordando con verdadero amor.
En fin, amigos y amigas, hasta aquí llego hoy, mañana más. No prometo hacerlo mejor pero si que haga lo que haga lo haré de la mejor manera posible.
Un abrazo

TONI

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