sábado, 27 de diciembre de 2008

Palabras...

Hola amigos/as:
Ya lo dicen los epilépticos: el día que gobernemos el mundo temblará. Y eso parece ser que es lo que está sucediendo en estos días, que entre otras cosas, se suponen de reuniones de familia en dónde la paz, el amor, la cordialidad y el perdón deben prevalecer, en principio.
Y digo en principio, pues en toda celebración de un cumpleaños, y es que en estos días lo que celebramos es un cumpleaños o el nacimiento de un ser hace cerca de tantos años como navidades existen, son momentos para limar asperezas y tensiones. Momentos para el perdón, para el darnos cuenta de que tampoco todo es tan importante y que aquello que realmente tiene importancia es a lo que menos importancia le damos.
Quiero decir, lo importante es vivir feliz y tranquilo, lo que deseamos; y lo que hacemos es lo contrario. Y cuando alguien vive feliz y tranquilo, es envidiado e intentan que no lo sea. Todo depende de la voluntad de uno, da igual la creencia que tenga, lo que de verdad importa es que aquí estamos por un tiempo definido que al mismo tiempo es indefinido.
En fin, que daría para mucho pero no es ese el tema de hoy. Lo que hoy me trae a vosotros es el hecho de que en una sociedad meramente mediterránea como somos nosotros, le damos importancia a unas celebraciones anglosajonas y ellos (los anglosajones) no le dan importancia a nuestras celebraciones. Para ellos (los anglosajones) no existen los Reyes Magos desde el concepto que nosotros tenemos, de ahí que hayamos adoptado a un anciano vestido de rojo que se cuela por la chimenea a medianoche para dejar regalos. Y lo bueno que tiene esta imagen es que no representa a ningún credo ni religión, es un personaje fusionado de otros tantos y que une a todo o casi todo el mundo en una celebración.
En casi todos los hogares del mundo, la nochebuena, momento en que nuestra tradición y creencias nos dicen que un niño vino al mundo dejamos entrar a un anciano para que nos de regalos. Son figuras antagónicas con un mismo mensaje de dulzura. La pena es que esa dulzura dura lo que un caramelo en la boca de un niño: nada o casi nada.
Deberíamos de aprender a vivir con esas imágenes antagónicas, o no. Tal vez deberíamos vivir con la esperanza y la fe de que cualquier cosa que creamos nos pueda afectar, darle la importancia que realmente tiene.
Quiero decir, la situación actual de crisis mundial y/o global que existe, bien podría tener sus inicios en un sentimiento general de avaricia por toda la humanidad, y que esa avaricia nos ha llevado a la situación en la que vivimos. Pero esa situación, llegadas las fechas actuales, parece ser que se olvidan y en nuestras mesas se acumulan yantares dignos, que en el resto del año, no ocupan nuestras mesas.
Es absurdo que una sola vez al año nos enviemos mensajes de amor y de paz, llenemos nuestras mesas de excelsos yantares y que reine la alegría y la paz, la concordia y el amor, y que solo por un instante, nos olvidemos de temas que nos amargan el resto del año (o de la vida).
Tenemos la poderosa capacidad para relativizar situaciones y olvidarnos de las preocupaciones. Y claro como solo se trata de unos instantes nos resulta fácil. Menuda hipocresía. Nosotros somos capaces de eso y de mucho más.
No hagamos como los epilépticos, dejemos de temblar cuando queramos ser felices y nos asuste tener permanentemente ese sabor en nuestro corazón o mente. Con retraso, pero Feliz Navidad. Mañana más pero no puedo prometer que sea mejor.
Un abrazo
TONI

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