jueves, 1 de abril de 2010

Alegría, alma y conciencia...

Hola amigos/as:
Prefiero ser dueño de mis silencios antes que esclavo de mis palabras… Dijo una vez alguien. Y en ello estoy, en silencio. Pero no porqué nadie me calle, no nos equivoquemos, estoy en silencio porqué me da la gana.
Es muy importante que un hombre sea alegre, no insensato pero si alegre. La alegría es la causa fundamental de la existencia, y eso no hay Dios que lo refute. La risa sujeta cosas que el llanto no es capaz de sujetar ni reparar, y eso que llorar sana y limpia (eso dicen y por lo menos en parte también es cierto). La alegría se formula a poco que la dejes, como la razón fundamental del alma. Y sin embargo tiene muy mala fama.
Una vez realizada la introducción, comentaros que la alegría del alma nace de la conciencia. Esa conciencia que en muchas ocasiones callamos para realmente no asumir la responsabilidad de nuestros actos. Actos que nos llevan a cometer acciones (valga la redundancia) de los que muchas veces (la mayoría) surgen como emociones de una olla a presión.
Ya sé que es muy duro quedarse mano sobre mano mientras acciones de otros, destrozan el mundo… Pero precisamente la conciencia sólo atormenta a los que la tienen (aunque les hace sentir bien, que conste en acta). Y a aquellos que parece que la hayan perdido, ésta (la conciencia) sólo debe sentarse y esperar a que vuelva a aparecer el día que, al verse en el espejo (después de un tiempo de mirarse pero no verse) sin sentir vergüenza, ése día, nuestra conciencia nos reclamará. Y ahí os digo, que por cada sinvergüenza arrepentido, el mundo se llena de canallas que mueren ciegos de vanidad, egoísmo y avaricia (pobrecitos).
Que puedes hacer ante un ignorante: IGNORARLO. Por eso estoy en silencio.
Aristóteles decía: “Enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente no resulta tan sencillo”… Y tiene razón, pero que quede claro, no estoy enfadado con nadie, de hecho, pocas veces me enfado, que recuerde hace ya unos cuántos años (no muchos), que realmente no me enfado. Puedo estar triste por actitudes determinadas, puesto que a mí me matan determinadas actitudes y, entonces entristezco un tiempo, hasta que pasado ese tiempo, mi estado natural vuelve por sus fueros.
Tengo la enorme suerte de tener conciencia y alma, de saber escucharla en mis silencios, analizarla y actuar en consecuencia. Recordemos que soy humano, y como tal, soy una suma de imperfecciones que, evidentemente, sin ellas no sería Yo. ¿Quién sería? NO LO SE…
Últimamente estoy leyendo y practicando mucho Karate, lo que me ayuda enormemente a controlar mi silencio. También visito a mis amigos, pues en ellos encuentro inspiración, cariño, calor y amor. Saben de mi silencio, y aún así, me siento muy querido por el respeto que nos profesamos.
El silencio me permite observar con detenimiento algunas cosas, y escuchar otras. Y sabed que no son de mi agrado. Me doy cuenta de que hay “personitas” que hablan sin conocimiento de causa, supongo que porqué han escuchado blandir campanas y entonces, por obtener algún extraño beneficio desconocido para mí, hablan. Yo prefiero decir (en este caso escribir) que en vez de hablar balbucean (como los bebés, que cuando quieren obtener algo o bien lloran o bien balbucean, dependiendo de si en una u otra acción les hacen caso a la primera o no).
La alegría depende del estado de ánimo que determina el alma, y ésta se alimenta de la conciencia. Conclusión: la felicidad está en el camino, no en la meta.
Bueno amigos/as, hasta aquí llego hoy, mañana más aunque no prometo que lo vaya a hacer mejor, pues sería imposible, pero si afirmaros que haga lo que haga, lo haré de la mejor manera posible.
Un abrazo

TONI

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