domingo, 25 de enero de 2009

Y Dios entró en La Habana...


Hola amigos/as:
Hoy me acerco a vosotros para escribir sobre el 50 aniversario de la Revolución Cubana y más en concreto la entrada de su líder Fidel Castro el 8 de Enero de 1959 en la entonces hermosa ciudad de La Habana (capital) en loor de multitudes, justo después de siete días del triunfo de los “castristas” haciendo huir del país a Batista, suboficial chusquero venido a más y menos gracias a la todopoderosa mafia ítaloamericana (ver la segunda parte de “El Padrino”), que había convertido a Cuba en su prostíbulo y casino personal.
Una de las primeras cosas que hicieron fue arrojar todas las mesas de juego del Hotel Nacional. Acto éste de expiación hacia el entonces impuramente capitalismo del crimen contra el socialismo científico del que nadie había oído hablar nunca, y que carecía de ideología, aunque luego llegará a tener demasiada.
Entonces, la renta per capita doble de la española, era el país de América Latina con más electrodomésticos por habitante, y tantas reses como personas, cuando en 2008, apenas había una vaca por cada seis cubanos, y la cosecha es menor de la mitad de entonces. Pero 50 años después, en la isla hay 800.000 graduados universitarios y 9.000 científicos titulados (que no saben que hacer) contra unos miles de los primeros y casi ninguno de los segundos hace medio siglo.
Los tres reclamos de la Revolución: democracia representativa, justicia social y soberanía nacional (la única que se mantiene), fueron los que la hicieron triunfar. Pero cuando empezó a fraguarse tal revolución…
En 1953 Fidel asaltó el cuartel de Moncada y por ello fue condenado a 15 años de prisión, aunque sólo cumplió 22 meses (uno por cada soldado muerto). En su declaración en el juicio celebrado, Fidel reclamaba recuperar el país libre legado por sus padres, para entre otras cosas, restablecer la libertad de prensa, derechos individuales, reestablecer inmediatamente la economía del país, su Constitución, sus leyes, sus libertades; su presidente, congreso, tribunales; donde todo el mundo podría reunirse, asociarse, hablar y escribir con entera libertad. Junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política, la revolución se proponía resolver los problemas de la tenencia de la tierra, vivienda, educación y salud; eliminar el desempleo e industrializar el país. El Gobierno (dictadura) no satisfacía al pueblo, pero el pueblo podía cambiarlo gracias a un líder y ese líder era él: Fidel Castro.
Una vez sentado en el poder, Fidel llegó a decir en uno de sus discursos, y he de reconocer que es un genio de la oratoria, pues en mis diferentes visitas a la Isla, he podido presenciar uno en directo y otro televisado (seis horas de media); que Fulgencio Batista había arruinado al país con su repugnante politiquería, inventando formulas de perpetuarse en el poder. Sobran comentarios…
Si he de reconocer una cosa, la pasión que los cubanos sienten por su tierra es comparable solo al sentimiento de los americanos por la suya. Y eso es algo que es inamovible desde ese 1 de Enero de 1959 y el verdadero triunfo de la Revolución. Los otros, pues solo cabe leer sobre el tema, o en el mejor de los casos darse una vuelta por Cuba y hablar con sus gentes mientras uno degusta un rico café o un suave “buchito” de ron en alguna de las muchas plazas de la Cuba interior.
Podría haber puesto cifras para contrastar entonces y ahora, pero la verdad, me centró en porqué se fraguó y triunfó. El pueblo hace revoluciones y luego tiene al líder que se merece, hasta que decide de nuevo cambiarlo, y lo hace por las buenas o las malas; y en este caso lo que empezó por las buenas ahora es líder a las malas.
Un abrazo
TONI

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